Nuestro mundo está marcado por la competencia desmedida, la desigualdad y la explotación. El capitalismo nos ha hecho creer que estamos condenados a una lucha constante de unos contra otros. Nos dice que sólo sobreviven los más fuertes, los más aptos, los más ricos. Pero esta narrativa, que a menudo parece inquebrantable, es una falacia. La historia y la experiencia nos muestran otra verdad: las comunidades no sólo pueden sobrevivir, sino también prosperar, cuando eligen la cooperación...
por encima de la competencia.
El capitalismo tiene un interés claro en fragmentarnos. Nos separa como individuos, nos empuja a desconfiar de nuestros vecinos y nos hace creer que el éxito personal es incompatible con el bienestar colectivo.
Cuando las comunidades se organizan en torno a principios de cooperación, logran algo que el capitalismo no puede ofrecer: sostenibilidad. Los ejemplos están por todas partes, aunque a menudo no reciben la atención que merecen.
La cooperación también fortalece a las personas en un nivel más profundo: construye confianza, fomenta la resiliencia y nos conecta con algo esencial que el capitalismo trata de borrar de nuestras vidas: el sentido de comunidad. Cuando trabajamos juntos, dejamos de ser consumidores aislados y nos convertimos en los creadores de un futuro compartido. La cooperación es una estrategia práctica de supervivencia.
Ante los desastres naturales, las crisis económicas o los colapsos sociales, son las comunidades organizadas, no los individuos ricos ni las grandes corporaciones, las que ofrecen soluciones reales. Cuando los sistemas fallan, son los vecinos quienes comparten recursos, quienes crean redes de apoyo, quienes demuestran que el bienestar colectivo es más fuerte que cualquier crisis.
Por supuesto, construir comunidades cooperativas no está exento de desafíos. Requiere tiempo, compromiso y la disposición a desaprender las lógicas de competencia que el capitalismo ha incrustado en nosotros. Pero los beneficios son inmensos.
No necesitamos aceptar las reglas de un sistema que pone el beneficio económico por encima de las personas.