Ese retortijon se empezó a multiplicar hasta convertirse en un apretoncillo, tuve que ralentizar el paso porque debía ir calculando cada movimiento de cadera por el miedo a que aquello saliera solo.
Llegué a la parada con retraso, el bus a punto de irse y no venían más hasta pasado hora y media. Aligeré un poco de gas y calculé que me podía aguantar a descargar en el destino.