En Mass Culture as a Woman, Andreas Huyssen argumenta que la cultura de masas fue feminizada y, por ello, desvalorizada. Esto no solo reflejaba elitismo, sino que buscaba mantener la superioridad masculina. Al considerar la cultura popular de "superficial" y "emocional," se reforzaba la idea de que las mujeres no podían contribuir a la cultura "seria" y "racional". De este modo, sus aportaciones fueron marginadas, lo que justificó su exclusión de la esfera pública y del reconocimiento cultural.
Huyssen ilustra muy bien esta idea al reflexionar sobre la famosa frase de Gustave Flaubert: "Madame Bovary, c'est moi." Aunque Flaubert se autoproclama como Madame Bovary, él no era Madame Bovary. Emma Bovary es representada como una lectora de literatura inferior, subjetiva, emocional y pasiva; mientras que Flaubert se erige como un escritor de literatura genuina, auténtica, objetiva, irónica y tiene pleno control de los medios.
Esta dicotomía se repite en otros aspectos culturales. Hoy en día, la “fangirl” puede verse como una nueva Emma Bovary, en contraste con el “coleccionista” masculino de música, que se asume curador de una experiencia cultural auténtica y selecta, similar a un Flaubert. El curso que imparto la próxima semana explora cómo la devaluación de los gustos femeninos no solo ha limitado la participación de las mujeres en la cultura, sino que ha sostenido y perpetuado estructuras de poder masculinas.