La obsesión de este señor por comer monstruos le lleva a comerse desde huevos de arpía, hasta armaduras. Si, armaduras vivientes. ¿Cómo sabe una armadura? Pues este hombre tiene el antojo y por sus santos cojones que se la come.
Durante los primeros episodios no tiene más que la gracia de ver una partida de rol donde casi todo el rato comen y es bastante absurdo todo, pero es divertido y te echas unas risas.