Publico con permiso del autor un texto de Alfonso Aramburu, porque seguro que encontrará a más que le guste como a mí. Empieza así:
DANA LUMINOSA
Despojado de toda virtud mientras te arrastras por el barro
Puedes dar pero no puedes recibir
No hay tiempo para elegir cuando la verdad debe morir
No hay tiempo para perder o para decir adiós
No hay tiempo para prepararse para la víctima que está allí
No hay tiempo para sufrir o para parpadear
Y no hay tiempo para pensar
No time to think
(Bob Dylan)
Nuevamente la implacable Naturaleza ambiental ha desbordado nuestra naturaleza
humana moldeada a imagen de nuestros normalizados modos de vida y expectativas
materiales. El barro ha igualado por una vez a continentes lejanos entre sí administrando
el mismo potaje de dolor y destrucción. Asia y Levante se emparejan en el caos cuando la
lluvia torrencial (monzónica o gota fría) recuerda a la especie humana su auténtico lugar
en el mundo.
Es el segundo aviso que recibimos en poco tiempo (tras el covid19) en el
que se ha visibilizado nuestra enorme fragilidad. De repente nos enteramos de que somos vulnerables. La soberbia de homo sapiens como dominador del planeta y sus recursos, como libre explotador de sus congéneres, como expoliador sin medida, se ve trastocada
por elementos que están fuera de su control. Un virus diminuto (coronavirus) desafió nuestras capacidades, distribución, recursos, organización social y política…
Un bicho microscópico puso contra las cuerdas a nuestros sistemas sanitarios políticos y económicos ofreciendo una interpelante oportunidad de oro para revisar nuestro modo de vida instaurado al que llamamos normalidad. El limitado confinamiento experimentado nos acercó a otros confinamientos de mucha más larga duración que siempre contemplamos desde una cómoda distancia. (Lesbos, centros de concentración de personas emigrantes, ciudades asediadas por la guerra, campos de refugiados, etc).
Igualmente con la dana estamos teniendo la oportunidad de experimentar en propia carne lo que es habitual en gran parte del mundo. El sufrimiento, la desasistencia, el caos la inseguridad, la pérdida de todo incluida la vida. Las reiteradas exclamaciones en estos días “no nos olvidéis” “ayudadnos”, no son distintas de las que se emiten permanentemente desde tantos lugares del mundo, a las que nos hemos acostumbrado con absoluta “normalidad” cuando son de otros.
Estamos pues ante una cura de humildad que ofrece una oportunidad de revisión que obviamente, al igual que con el covid19, no va a efectuarse. Nuevamente referimos como elemento deseado y liberador la vuelta a nuestra “normalidad”, como consecuencia de la cual, en otros lugares se mata y condena a miseria y explotación a tres cuartas partes de la Humanidad esquilmando los recursos naturales de la Tierra y sus poblaciones.
Las consecuencias de la dana pueden iluminar, efectivamente, si se sabe mirar. Si alcanzamos la capacidad de contemplar esta realidad fuera de nuestros registros unidireccionalmente acomodados.
Necesitamos cambiar prioridades estableciendo y socializando nuevos paradigmas de carácter organizativo social cultural económico y político sustentados en valores equitativos solidarios, hermanados con el planeta y sus habitantes.
La crisis generada por la dana, al igual que el covid19 han provocado un primer efecto: Parar todo. Detener la lógica-ilógica- en la que se sustenta nuestras vidas de producción/mercado/consumo impuesto por el sistema económico capitalista en el que el dinero y sus poderes asociados lo son todo. El capitalismo con su nuevo rostro llamado Neoliberal así como las consecuencias que acarrea se ha vuelto del todo ingobernable (si es que alguna vez lo fue).
Solamente catástrofes de esta envergadura son capaces de frenar momentáneamente esta maquinaria tan perversa como amada en la que estamos insertados, cumpliendo obedientemente nuestra función individual para la marcha global.
Es en estas ocasiones también en las que pueden visibilizarse las diferentes dimensiones del sistema cultural que sostiene y sobre todo legitima el engranaje que moviliza nuestras energías.
Desde una mirada atenta resultan identificables los diferentes roles, poderes, liderazgos, estrategias, aspiraciones, expresiones, demandas, carencias que interaccionan, y cómo son hábil y eficazmente manejadas para obtener objetivos de carácter político, satisfacer ambiciones, egos, provocar acciones reactivas (solidarias, rabiosas, agasajantes…), así como el papel y enorme poder de los medios de Información-desinformación (prensa radio tv redes) para suscitar estados emocionales y ...
de opinión generalizados, en ocasiones contradictorios.
La manera de afrontar desde los poderes públicos este acontecimiento revela su inoperancia desde diferentes ámbitos, todos ellos fundamentales en una situación de emergencia en que la ciudadanía espera ser protegida por sus instituciones. Descubre un asombroso teatro infantilizante completamente al margen de los sucesos, que cuestiona el actual sistema democrático de organización de lo común, lo público, lo que pertenece a la colectividad.
Las instituciones han sido colonizadas por tecnócratas y arribistas inoperantes, cooptados incompetentes y caraduras, que las ponen al servicio de los partidos que les han situado con cargo, puesto o/y escaño en los ámbitos de poder y decisión. Partidos que a su vez se sirven a sí mismos y a las facciones que los financian utilizando las desastrosas consecuencias de la dana como instrumento de confrontación partidista electoralista.
El funcionamiento institucional (teóricamente para responder a las necesidades de la población) queda así colapsado. -Un elemento curioso de analiza resulta el hecho de que la monarquía y las fuerzas armadas, siendo dos instituciones inservibles de alto coste (sin utilidad práctica real pero mantenidas in aeternum) sean las más valoradas según algunas encuestas- (La estimable actuación de una pequeña fracción del ejército como la UME-arrastrada tarde y
desorganizadamente al escenario del desastre) no justifica por sí el altísimo coste de la Institución a la que pertenece –las fuerzas armadas y su arsenal militar, que no es precisamente humanitario).
Una vez más la Solidaridad de base, aunque descabezada e impulsiva, ha sido la primera en responder –y lo sigue haciendo aún- para limpiar, paliar, restituir mínimamente lo arrasado.
Como siempre, es la Clase Trabajadora, -sus vidas, empleos, viviendas, servicios-la que paga el más alto precio ante catástrofes de este tipo, o los periódicos vaivenes económicos del sistema capitalista.
Entretanto la ciudadanía más afectada sueña con la vuelta a una normalidad anormal.
Un estado de naturalización de un modo de vida insostenible, extractivista, consumista, de profunda desigualdad, en el que todo-incluso las personas y sus necesidades básicas- se convierte en mercancía, en objeto de transacción mercantil.
El post desastre se sustentará en un jugoso mercadeo reconstructivo de las vidas rotas, de viviendas instalaciones y equipamientos destruidos.
No esperemos solidaridad capitalista en este sentido, sino pujas entre postores integrantes de redes políticas clientelares. La solidaridad de las botas embarradas corresponde al vulgo. El resto, el meollo económico que es el que al final cuenta, pertenece a negociantes con traje y corbata cuyo único interés es el dinero.
Cabe preguntarse y analizar sobre la jerarquización de las diferentes categorías concurrentes en los hechos acaecidos. ¿Cómo estaba articulado, diseñado el binomio Individual / Comunitario antes de la dana? ¿Qué espacios, proyectos, programas, estaban destinados a cada factor de riesgo? ¿Qué grado de importancia ocupaba en la mentalidad de las gentes lo individual y lo colectivo?
En definitiva, ¿qué espacio ocupaba lo Público en la escala de prioridades presupuestarias, organizativas, de equipamientos y medios materiales y humanos? De estas y otras muchas preguntas se derivarán clarificadoras respuestas que tal vez, en alguna medida, susciten algún cambio que en todo caso como mucho podrá paliar algo el impacto de la siguiente dana, pero no deterla.
Mientras tanto un loco en el desierto clamaba por el reparto del trabajo, (trabajar menos para trabajar todos) el decrecimiento, la reducción del consumo, la aplicación de medidas impopulares contra el cambio climático, el reparto de la riqueza (tener menos para que tengan todos) la solidaridad real intercontinental entre los pueblos, replantear el actual concepto de bienestar y riqueza, situar la economía al servicio de las personas y del planeta que nos alberga, replantear el concepto de ...
defensa y abolir las guerras empezando por la producción y comercio de armamentos… Esto es, elaborar un nuevo paradigma de vida gestión y organización de lo común partiendo de otras perspectivas más humanas, más solidarias, más sensatas.
Y al loco le respondieron con inteligencia artificial deshumanizada, reindustrialización (producir más en menos tiempo y más barato para vender más), aumento de la movilidad terrestre comercial y privada, centrales nucleares “verdes”, bosques eólicos, ...
aumento del gasto militar, poses simbólicas ante la pobreza de otros continentes, y solemnes discursos de crecimiento sostenible sobre lo que no es sostenible. Todo con tal de mantener la ficción de que es posible continuar igual que hasta ahora. De tal modo que si hubiera que elegir entre nuestro sistema de vida capitalista o la supervivencia como especie, obviamente elegiríamos el primero, como es “normal”.
El drama actual reside en que aun conociendo lo que sucede y estando advertidos de sus efectos no actuamos en consecuencia. Habrá más danas, más virus, más movimientos masivos de población, más desastres climáticos, más guerras por el control de los recursos, y continuaremos aferrados a nuestro iceberg desgajado aunque sepamos que se está fundiendo en una realidad que nos resulta cada vez más indeseable de la que no queremos, sabemos, podemos zafarnos.
El gran triunfo del sistema neoliberal capitalista es haber colonizado/conquistado nuestras mentes, nuestros registros de pensamiento que legitiman sus estados, conductas, situaciones, expectativas, procesos…
Un sistema contradictorio que mantiene una férrea estratificación social de apariencia amortiguada, donde las clases sociales, y especialmente el grado de conciencia de las más bajas, se muestran diluidas bajo la apariencia del entretenimiento y el consumo masivos desde los cuales el control del poder es más fácil.
Un sistema, el único paradójicamente, que por otra parte permite -a diferencia de otros sistemas culturales- la emergencia de movimientos contestatarios que lo cuestionen, a modo de factor disidente tolerado -integrado- incluso utilizados para reforzar aún más su legitimación.
Un sistema capaz de narcotizar/alienar a la población con publicidad y propaganda de toda índole ideológica para desviar la atención sobre problemáticas reales e imperativas que afectan a las mayorías sociales y al Planeta
Es un sistema hijoputa pero es nuestro hijoputa, y carece de alternativa práctica a corto plazo. Produce guerras y tecnología. Desigualdad y Ciencia. Explotación y cultura. Bienestar y pobreza. Lleva a la Humanidad a su mayor cota de desarrollo y también la conduce al suicidio. Pero en ese trayecto algunos seguimos disfrutando incluso de lo inevitable. Después de todo en esta parte del mundo no vivimos tan mal. Solo aquí y ahora cuenta. Disfrutémoslo mientras dure.
(Aunque de vez en cuando, al albur de los acontecimientos, volvamos la mirada al loco cuando anunciaba que lo expresado en el folletín del nuevo paradigma no era un cuento, ni una opción de elección, sino una cuestión de supervivencia).
Alfonso Aramburu
Vitoria-Gasteiz
Noviembre 2024